jueves, 14 de octubre de 2010

Premonición o la casualidad del onirismo.

Dormí con una especie de “disgusto” o algo muy similar a eso, confuso, frustrado, en fin, algo raro. Las 4:17 y los ojos abiertos; y casi al horizonte, la estrella que siempre molesta a esas horas. Parece una ebria que quiere hablar de sus penas, con un sobrio desconocido, y después de escucharla por varios minutos, vuelvo a dormir.
El despertador suena a las 7:00 en punto, estiro la mano y lo desactivo; vuelvo a dormir – “sólo unos minutos más y me levanto” – Pienso (si es que se le puede llamar así a ese proceso cerebral entre el mundo onírico y la incipiente realidad percibida en ese estado).
Después, vuelvo a abrir los ojos y me doy cuenta que son las 7:47
– Vale madres! Súper tarde, tengo que estar a las 8:00 en el trabajo. Entonces me doy un baño en dos minutos y me visto en tres, preocupado porque voy tarde a la – tan importante – video-conferencia. Luego, vuelvo a abrir los ojos, angustiado despierto, y confuso, otra vez como en la noche que fue, – “¡Ah chinga!” – sigo en la cama. Por una parte me encabrono, porque todo lo que según hice en cinco minutos, fue un sueño – y normalmente tardo como cuarenta minutos en hacerlo – pero por otro lado me alegra saber que sólo fue un sueño y que aún tengo tiempo.
– ¡Qué chido, sólo estaba soñando – Entonces, con toda calma miro el reloj y me doy cuenta que son las 7:47
– ¡Vale madres! 7:47 Súper tarde, tengo que estar a las 8:00 en el trabajo.
¿Casualidad o premonición? No lo sé. Espero que el siguiente sueño sea aquel tan recurrente de estos últimos días, o que por lo menos, sea uno en donde pueda ver el número del boleto al que le corresponde el premio mayor de la lotería.
Por cierto, tengo puesta la misma camisa que pude ver en el sueño.